Neoliberalismos en Macondo
Las visiones económicas en las propuestas políticas de la campaña presidencial en Colombia
José Francisco Puello-Socarrás
Escuela Superior de Administración Pública
Dos variantes económicas pertenecientes a una misma orientación política, personalizadas por los candidatos más opcionados dentro de la campaña hacia la presidencia de Colombia: Iván Duque y Gustavo Petro, son las principales apuestas políticas que se debaten actualmente en el panorama electoral del país.
Según se puede interpretar desde los resultados divulgados por las recientes encuestas, los comicios para la primera vuelta presidencial precisarían una segunda elección (ballotage) y ningún candidato -hasta el momento- podría imponerse el próximo 27 de mayo, respaldado por una mayoría que lo declare como ganador.
El neoliberalismo Santo-Uribista como legado en Iván Duque
Por un lado, Iván Duque del Centro Democrático, partido creado por y para el ex presidente, hoy senador relegido, Álvaro Uribe Vélez, viene liderando la intención de voto bajo el lema: "Legalidad, emprendimiento privado y equidad social", invocando una "Economía de mercado dinámica con sentido social", tal y como aparece consignado en sus Propuestas para el Futuro de Colombia.
El plan económico de Duque se propone blindar la continuidad neoliberal en el modelo socioeconómico del país, en consonancia con el perfil histórico de las administraciones anteriores.
Aunque los lineamientos de la orientación económica en Duque aseguran: "continuar con el legado de Alvaro Uribe", su visión se encuentra estrechamente asociada con las "innovaciones" introducidas dentro del neoliberalismo criollo en los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y especialmente Juan Manuel Santos (2010-2018).
Por ello, el referencial neoliberal del emprendimiento -marco presente también en las propuestas de Sergio Fajardo (Coalición Colombia) y Germán Vargas Lleras (quien se inscribió como un movimiento ciudadano avalado "por firmas" pero respaldado por el Partido Cambio Radical); incluso en las apuestas de Gustavo Petro (Partido Progresistas y su coalición) aunque con menor intensidad y peso-, resulta ser crucial para la articulación transversal de las iniciativas de Duque en su programa de políticas, tanto las económicas como en aquellas que se autoproclaman "sociales".
A pesar de las descalificaciones hechas por parte de quienes lo critican por no tener experiencia pública en cargos de dirección gubernamental, por contraste con los demás candidatos, los pergaminos tecnocráticos de Duque y sus antecedentes y desempeños profesionales: asesorías al Ministerio de Hacienda (en los tiempos cuando Juan Manuel Santos era el Ministro de esa cartera en el gobierno conservador de Andrés Pastrana entre 1998y 2002) y las consultorías en la Fundación "Buen Gobierno" (fundada en la década de 1990s por Juan Manuel Santos y hoy dirigida por su hijo, Martín Santos, promotor del emprendimiento enel país), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y, más recientemente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), lo posicionan como una ficha clave, de hecho imprescindible, para avanzar con la transnacionalización del neoliberalismo colombiano.
Se advierten en Duque, en todo caso, orientaciones "estabilizadoras" -desde luego: incoherentes y minimalistas- en torno a la necesidad de mantener las medidas de "inclusión" social, residuales pero políticamente productivas, iniciadas tempranamente durante la presidencia de Uribe Vélez (entre ellas, las políticas de transferencia monetaria condicionada: "Familias en Acción") y luego impulsadas por el gobierno sucesor de Santos Calderón (v.gr. Red Unidos para la Superación de la Pobreza Extrema), como una forma de prolongar el equilibrio socialmente inestable que permita gestionar la profunda crisis en la que se debate el neoliberalismo como proyecto viable hacia el futuro en Colombia.
Por un Capitalismo "con rostro humano": el Progresismo en Gustavo Petro
Aunque se lo asocia mediáticamente con la Izquierda electoral, y en buena medida ha logrado unificar distintos sectores, la propuesta de Gustavo Petro introduce en el debate económico político colombiano varias de las controversias que ya se habían registrado en otras latitudes latinoamericanas.
Más puntualmente, la emergencia de un programa con innegables tintes neo-desarrollistas.
Se trata entonces de un discurso económico político ya ensayado por distintos gobiernos "progresistas" en el Cono Sur del subcontinente durante el siglo XXI.
El fenómeno nacional que ha representado Petro se sintoniza con las apuestas políticas de Argentina en tiempos del Frente para la Victoria (Kirchner & Fernández de Kirchner), Brasil durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (Lula Da Silva & Rouseff) y Uruguay en el lapso de los mandatos liderados por el Frente Amplio (Tabaré Vásquez & Mujica), administraciones que enarbolaron el mote de reconstruir el "capitalismo en serio" y exhibieron resultados ambiguos desde el punto de vista de ir en contra de la corriente neoliberal, un holocausto social para la mayoría de la población (99%) y un paraíso de mermelada para los archimillonarios (1%).
No obstante, la fórmula petrista: Por una Colombia Humana, en Paz y con Justicia Social, va más alla del neoliberalismo híbrido registrado en Duque (anacrónicamente ortodoxo y tímidamente heterodoxo), consolidándose como una propuesta mejor articulada y coherente con planteamientos estrictamente heterodoxos de la "nueva" matriz ideológica del neoliberalismo del siglo XXI que sin profundizarlo como farsa, lo mantiene como tragedia.
En todo caso, tácticamente resulta más viable al pretender una sincronización pragmática pero políticamente realista, en relación con los actuales humores electorales teniendo en cuenta un escenario de preferencias electorales como el colombiano, profundamente conservador culturalmente hablando, y en el cual el fenómeno idiosincrático del lumpenismo se consolida en la expresión del arribismo social (pobres y empobrecidos sin conciencia de clase).
Por ello, la candidatura de Petro y eventualmente su victoria electoral expresan un episodio inédito que si bien reforzarían continuidades y tragedias, simultáneamente sugerirían rupturas potencialmente esperanzadoras más allá de su figura dentro de las trayectorias históricas de la economía política local. Relajaría la caracterización de Colombia como un caso paradigmático de indudable continuidad del neoliberalismo ortodoxo y la pauperización que ha significado socialmente hablando.
Sea por causalidad o por simple coincidencia, debe subrayarse la sintonía fina que se evidencia entre los planteamientos claves de Colombia Humana y la matriz de orientaciones básicas del neo-liberal-desarrollismo históricamente existente.
Especialmente, las fórmulas políticas y de políticas públicas propiciadas por el Grupo Mangabeira (fundado por el mexicano Jorge Castañeda y bautizado en honor al brasileño Roberto Mangabeira Unger)[1] durante la década de 1990s y que resultaron formalizadas finalmente alrededor del llamado "Consenso de Buenos Aires": la Democratización radical de la economía de mercado (reforzando la estabilización macroeconómica) y la introducción de diferentes referentes de acción institucionales, tales como: regulaciones estatales pro-activas, desprivatización estatal estratégica, descentralización público-privada y la liberación controlada en temas como el comercio exterior y el conjunto de medidas que han reforzado a Nuestramérica como la región más desigual (no la más pobre) del planeta.
Sin embargo, topológicamente (no así, en términos ontológicos), es decir, por contraste con las demás apuestas programáticas, el plan petrista se ubica indudablemente "a la izquierda" dentro del espectro ideológico de esta campaña presidencial, sin ser rigurosamente "de" izquierda. Las inquietudes comparativas con los proyectos venezolano o boliviano, por ello, no resisten análisis y resultan ser, por decirlo elegantemente, irreflexivamente abúlicas.
Liminar
Los matices económico políticas que expresan ambas campañas no resultan menores ni se podrían subestimar, al menos,en el corto plazo. Máxime, cuando debe estimarse el trance político por el que viene atravesando el proceso de implementación del Acuerdo de Paz.
Un triunfo de Duque implicaría un avance del neoliberalismo con la profundización de las expresiones militares y paramilitares (como lo propone, entre otros, Renán Vega Cantor: "el neoliberalismo en armas") arriesgándonos a poner en suspenso definitivo -o más allá: en riesgo-, los Acuerdos de Paz y su implementación.
La victoria de Petro signicaría otro tipo de escenario, diametralmente distinto -casi antípoda, en este aspecto.
Un neoliberalismo de "estabilización" pero desmilitarizado permitiría acumular el legado de las luchas sociales anti-neoliberales que se han librado históricamente en el país, y vislumbrar en el mediano y largo plazos, un tránsito auténtico hacia un regímen post-neoliberal que garantice más allá de cambios, verdaderas trans-formaciones, y la materialización de una Paz aunténtica: estable y duradera, y con Justicia Social.
[1] Alrededor del Grupo convergieron figuras políticas del "progresismo" latinoamericano como Carlos "Chacho" Alvarez, José Octavio Bordón, Itamar Franco, Luiz Inácio Lula da Silva, Ciro Gomes, Vicente Fox, Andrés Manuel López Obrador, David Ibarra, Cuauhtémoc Cárdenas.